miércoles, 24 de abril de 2013

GANADORES DEL I CONCURSO LITERARIO 
IES GELVES "DÍA DEL LIBRO"

Con un día de retraso por motivos ajenos a su voluntad, el jurado del I Concurso Literario IES Gelves, realizado en conmemoración del Día del Libro (que se celebró ayer, 23 de abril), ha hecho público su fallo. En primer lugar quiere agradecer profundamente el interés y el esfuerzo de todos los alumnos participantes y por supuesto dar la enhorabuena a los ganadores, que son:
  • En la categoría A, ANTONIO FLORES, de 1ºA, con su poema "El mar"
  • En la categoría B, ELISA VIERA, de 4ºC, con su obra en prosa "A lo que llamo vida"
Los trabajos premiados se reproducen a continuación:


El mar 

El mar
me cuenta un deseo
cuando por la mañana vuelvo;
me siento y lo miro,
se viene y se va.
Yo quiero tenerlo
pero no lo logro jamás.
De noche me vuelvo,
mañana lo intentaré alcanzar.
Quizás con sus olas
me traiga la verdad.
Escucho tus negros ojos
acercarse por detrás,
me vuelvo y te pierdo.
Mi mente vuelve a volar, 
como las olas
que se van.



 
A lo que llamo vida

Un último llanto me despierta, de nuevo. Mi cuerpo tiembla como si de un pequeño perro se tratase, y no es frío. De nuevo estoy asustada, e intimidada. Tengo miedo de descubrir qué me espera hoy. Poso mis pies descalzos sobre el helado suelo de invierno y dejo algunas huellas que se dirigen al centro del piso en el que convivimos tres humanos. Aunque de uno, a veces, se dude de la humanidad. Froto mis manos y pego la oreja a la puerta. Repite y repite las mismas cosas sin sentido que escucho desde que tengo uso de razón o quizás mucho antes. Quieres volver a llorar, la presión en el pecho te incita a ello, pero ya no hay lágrimas. Se han gastado y desperdiciado durante la noche.
Llevo dos días sin ir a clase, y cuanto más tiempo paso en casa peor me siento. Empiezo a plantearme que todo es mental. Y a envidiar la fortaleza de mi creadora. Mi cuerpo está débil, recuerdo las palabras de la noche anterior, y decaigo de nuevo. Me miro al espejo y mi palidez permanece. Pero las ojeras están más marcadas y el cansancio es evidente. Quieres que él mejore, para hacerlo tú, pero él no lo hace y a ti no te quedan fuerzas. Ni te quedan para luchar por cumplir tus sueños, ni tienes fuerzas para intentarlo. Pero es lo que quieres, te levantas por ella, por la que te lo ha dado todo y por la que te incita a mejorar cada día. Por la persona por la que darías la vida.
Y llega un momento en el que la escucho hablar entre un llanto doloroso. Ahí no la puedo dejar sola. Y entro, en la habitación y en su juego. Abrazo a mi ejemplo y escucho a mi procreador diciendo estupideces dolorosas sobre todos. Te duele en el alma. Quieres responder pero sabes que todo empeorará. Te debilitan. Te planteas la vida, la huida, la búsqueda de libertad. Besas a tu madre en la frente, quieres pasar de su monólogo inútil pero no puedes. Cierro el puño con fuerza y lo muerdo, por no dejar escapar palabras impuras que empeoren la situación. No sé cómo pasa, pero calla tras repasar cada mierda inventada y repetida de la familia. Es hora de partir y el último día del trimestre. No hay conversación en el camino, nos agota demasiado para ello. Cuando la miras y ves que no sonríe, es el alma lo que cae al suelo.
La felicidad, la sonrisa de ella es lo que deseo como a nada, una carcajada entre lágrimas, una sonrisa suya entre este sufrimiento es lo que verdaderamente me reconforta. Eso es mi felicidad. Pensad lo que queráis pero ella es mi madre, mi amiga, mi protectora y mi salvadora.
Pronto, llegamos al instituto y beso su mejilla que aún está húmeda, a pesar de que sufre y su mirada desearía estar perdida, me sonríe y me desea un buen día. Me limpio las lágrimas, es mi alma la que llora ante esta situación. Pero veo cómo se acerca mi mejor amiga, con su cara de malhumorada matutina y sé que todos ellos que actualmente me apoyan, me harán olvidarlo al menos las horas que permanezco allí. Veo parejas con esas muestras de cariño tan falsas que me dan arcadas. Llega la última hora, y me entregan la prueba de mi esfuerzo. No lo hago por mí, no lo hago por mi satisfacción, mi razón de esfuerzo es que mi madre se sienta orgullosa de mí. A ella se lo debo todo y es lo mínimo que debo hacer. Por ella y nadie más.
Salgo del instituto, y sé lo que me espera por la noche, tras salir de la película esperada. Recibo una llamada de mi mamá, que me pregunta por los resultados, le cuento y escucho dos cosas deseadas. La primera es que está enormemente orgullosa de mí y la segunda es que él está mejor. Le han faltado pastillas y nos ha afectado a nosotras. Cuando llego a casa, me pide perdón porque no sabe qué hace o dice. Ya no me creo nada. Sé lo que pasará, se olvidarán las pastillas, sufriremos de nuevo, nadie se dará cuenta de tu dolor porque lo disimulas como mamá, pedirá perdón, lo disculparemos por la enfermedad, y volveremos a empezar.
Así es un día más en lo que yo llamo mi vida, te caes y te levantas porque no te queda otra y tienes que luchar.